lunes, 20 de febrero de 2017

¿Qué es y cómo surge el capital industrial?



El capital y la producción estuvieron separados. Poco a poco pasaron a formar parte integrante de un mismo sistema productor. Este desarrollo siguió dos vías.

En la primera, un sector de la clase mercantil existente, los gremios,  empezó a “apoderarse directamente de la producción” con ello “influyó históricamente como transición” pero, llegado el momento, “este método se interpone en todas partes al verdadero régimen capitalista de producción libre y desaparece al desarrollarse éste”.
En la segunda, un sector de los productores mismos acumuló capital, se dedicó al comercio y, con el pasar del tiempo, empezó a organizar la producción sobre una base capitalista, libre de las ataduras impuestas por los gremios al trabajo manual. Ambos modelos se entrecruzan y complementan durante largo tiempo. No será hasta la Inglaterra de los Estuardo (1/2 S.XV) cuando los mercaderes pasen, de estar bajo el dominio de los gremios, a ser controlados  por ciertas oligarquías acomodadas de carácter absolutamente mercantil. Consecuentemente, aparecieron aquí promotores que organizaron empresas en forma de “Sociedades”, o de “Sociedades por acciones”, encabezadas por ciertos “mercaderes-portuarios”, empezando a emplear obreros asalariados en escala considerable. Con ello se buscaba enfrentarse a las nuevas y caras técnicas de producción.
Paralelamente los mercaderes compraban tierras de señorío para explotarlas agrícolamente con el único fin de potenciar el lucrativo tráfico lanar. Para que estas acciones fueran efectivas se hubieron de cercar los pastos comunales, enclosures, en detrimento, únicamente, de los pequeños agricultores. -El control sobre la producción se hizo efectivo con los enclosures. El comerciante ya no trataría de producir mucho para poder solventar todos los gastos y sacar cierto beneficio, sino que trataría de ahorrar mucho más en la adquisición de herramientas o de materia prima. A ello favoreció la rápida depresión de los salarios reales (por la caída del valor monetario) y la “inflación de ganancias” consiguientes.
Esta “inflación de ganancias” benefició  a unos pocos, conocidos como “mercaderes-patronos” o “mercaderes-portuarios”. Ellos aplicaron la política del staple o las guildas, pero con significativas novedades. Si bien estos “mercaderes-portuarios” deseaban que hubiese exceso de oferta y de demanda como anteriormente los gremios, buscaban más bien establecer una relación particular exclusiva entre una clientela y unos artesanos asalariados. El nuevo modelo tuvo pocos adeptos entre los viejos grupos gremiales, que veían cómo los pequeños grupos de artesanos a los que habían negado la entrada en su círculo de aprendices se refugiaban bajo la protección del mercader-portuario, quien promovería, producciones particulares para colectivos concretos. En ningún momento el cambio fue radical. Habría que esperar muchos años para que el salto cuantitativo fuese cualitativo.
Un punto determinante fue la fundación de las doce grandes Livery Companies de Londres, cuyas cúspides estaban ocupadas exclusivamente por una oligarquía mercantil que a su vez controlaba el gobierno de Londres.
Con los mercaderes-portuarios o patronos y las Livery Companies asistimos a los primeros pasos de un notable desplazamiento del centro de gravedad. El proceso al que asistimos es el que Marx caracterizó como “el camino realmente revolucionario”
El siguiente paso del “sistema de encargos” (del patrono) lo encontramos a la hora de definir el modelo de producción. Existía la producción manufacturera y la doméstica. La manufactura implicaba reunir todas las máquinas e instrumentos en un mismo recinto, la doméstica suponía repartir lo dicho en las casas de los distintos artesanos. Como es evidente la primera opción era mucho más costosa, pues implicaba un edificio específico para dicha actividad.

He aquí el nacimiento de la industria primigenia.
A raíz de aquí, las industrias saladoras, de papel, de pólvora, los primeros establecimientos azufreros, un gran número de “cooperativas” hulleras y ferrerías prosperaron a lo largo y ancho del país. Por otro lado, en el oeste del país se dieron varios proyectos de altos hornos, fábricas de clavos y espadas, “Sociedades” extractoras de plomo y cobre, otras que fabricaban latón.  Pero el cuantioso capital empleado y el gran número de jornaleros dejaban poco margen a los beneficios, no obstante, el primer paso hacia la obtención de sumos beneficios y grandes cantidades de productos, ya estaba dado.
En cualquier caso, los problemas fueron subsanándose con el tiempo. La manufactura y la artesanía doméstica sobrevivieron conjuntamente durante largo tiempo. El primer sistema permitía supervisar más de cerca trabajo. La gran especialización que en las fábricas se le dio a la serie de herramientas que empleaba cada una de las especializaciones (telares, tejedores, curtidores) creó una de las condiciones materiales para el empleo de maquinaria: la combinación de instrumentos simples.
Que el coste de los instrumentos de trabajo aumentara provocó que muchos trabajadores tuvieran que alquilarlos a un mercader dispuesto a invertir. De ahí que dependiesen continuamente de alguien que subvencionara sus empleos. Desde un telar a una casa o la formación en el empleo era pagado.
El factor determinante en cuando al grado en que el productor doméstico cayó en situación de dependencia fue, antes que la proximidad o lejanía de la materia prima, la propia situación económica del productor. Poseer tierras era motivo de riqueza y ello obligaba a permanecer trabajando en el hogar, donde acaso la actividad lanar era secundaria.
Cuando la concentración de la propiedad terrateniente hubo progresado lo bastante para sellar la desaparición de la clase de los yeomen, cayeron los cimientos de la industria doméstica.

En Flandes y en el Norte de Italia ya se encuentra esta actividad y producción capitalista allá por el siglo XIII. Esto se debe, sobre todo, a la prematura configuración de las ciudades, como nos dice Pirenne. Pero aquí, el artesano y los gremios se veían totalmente sometidos a la potestad de la Hansa. El localismo urbano más antiguo había cedido ante la influencia de una organización de clase que ejercitaba un monopolio del comercio mayorista. Como en los procesos explicados para Inglaterra, en Flandes los terratenientes y la burguesía se aliaron en un primer momento para disfrutar de sus grandes rentas como nobles. No obstante, poco a poco un sector social nuevo comenzó a hacerse con el control de la actividad mercantil y el gobierno humano. A pesar de todos los inconvenientes, se fundaron muchos muelles, canales, puentes y escuelas laicas; hecho, este último, muy remarcable.
Con las guerras flamencas por la producción, a principios del s.XIV, se llevó a los gremios a la supremacía del mercado local. Se favoreció el comercio urbano sobre el rural y se eliminaron muchos privilegios de la Hansa a favor del comercio mayorista de campesinos individuales. Dichas acciones fueron una lanza contra el capitalismo.
Sería con Felipe “el Bueno” de Borgoña cuando se lograría imponer en Lieja, Gante y Brujas el control de la administración urbana bajo funcionarios del príncipe, concedió al gobierno central la designación de los magistrados municipales y se destruyó el dominio urbano sobre poblaciones y aldeas vecinas. Con ello se despejó el escenario para una nueva dominación del patriciado burgués, favorable al desarrollo parcial de la producción capitalista.
En Italia, es fácil hallar documentos del s.XIV que testimonien el difundido “sistema de encargos”, controlado por capitalistas, sino de manufacturas. En Florencia había en 1338 hasta 200 fábricas de paños con 30.000 obreros. Esta no era la costumbre. Por regla general, sin embargo, la firme alianza de la aristocracia mercantil y bancaria de las ciudades con la nobleza feudal, resultó demasiado sólida para el movimiento democrático.
En Alemania hubo numerosas revueltas de patronos capitalistas contra la opresión ejercida por los gremios de artesanos y el patriciado de las familias más antiguas en Colonia, Franckfort o Halle. Fue gracias al apoyo de los nobles y algunos patricios que los artesanos gozaron de derechos a comprar y vender donde quisiesen, aprovechando su poderío para privar a las ciudades de sus muchos privilegios.
En el caso de Francia, se puede decir que la evolución hacia el capitalismo y los pasos seguidos una vez instalado, son más parecidos al modelo inglés que al continental. Con el siglo XVI se inicia verdaderamente el período capitalista. Todas las industrias nuevas son industrias centralizadas que “reclutan sus numerosos obreros entre el ejército de desocupados, en continuo crecimiento”. Sería en el siglo XVII cuando primaría el papel del primitivo proletario, como nos muestran los muchos decretos que daban derecho a reclutar mano de obra o les impedía cambiar de trabajo una vez contratados.
En el caso de Italia, Alemania y los Países Bajos (en menor medida Francia), lo notable no es tanto la fecha temprana –en comparación con Inglaterra- en que apareció la producción capitalista, cuanto que el nuevo sistema no logró crecer mucho más allá de su promisoria y precoz adolescencia. La generación de capital, como vemos en estos ejemplos, no es factor suficiente para que haya un cambio radical en las estructuras económicas.
Viendo diversos desarrollos del capitalismo, cabe retomar la tesis de Karl Marx de que, en esta etapa, el ascenso de una clase de capitalistas industriales surgida de las filas de los propios productores es condición sine qua non de toda transformación revolucionaria de la producción.


Con lo dicho debe resultar evidente que el quebrantamiento del localismo urbano y de los monopolios de los gremios de artesanos constituye un prerrequisito del crecimiento de la producción capitalista, sea bajo su forma manufacturera o bajo su forma doméstica. Asimismo ha de haber un mercado en el que el capital pueda ser invertido, y cuáles mejores que las manufacturas y la agricultura (en la cual no se pudo invertir en Francia hasta la Revolución de 1789).
En Inglaterra, en las disputas entre las industrias rurales y los gobiernos municipales, la monarquía tendió a inclinarse por los segundos. Esto se debió a principios conservadores: el deseo de mantener la estabilidad del orden social y un equilibrio de fuerzas de clase, seriamente amenazados.
Los gérmenes de un movimiento a favor del libre comercio, según esto, se encontraban entre los intereses inmediatos de los terratenientes que practicaban cercamientos, de comerciantes y de fabricantes de paños de provincias, así como de aquellos miembros de las Livery Companies de Londres.  Vinculados a la industria rural. Pero este libre comercio era una medida ad hoc, nunca un principio general como en el s.XIX. Es imposible afirmar que todo esto se hubiera llevado a cabo, aunque fuera temporalmente tan solo, sin la ayuda de la monarquía, la cual protegió y estimuló la inversión industrial allí donde faltaba o era inexistente.
Los Estuardo se preocuparon mucho en conceder monopolios más allá de la existencia de las Livery Company. Además, implantaron un sistema en que los derechos de precedencia económica estaban determinados por la influencia de la Corte. De ahí que en muchas ocasiones, los parvenu o provincianos sobornaran a los cortesanos para que les concedieran una carta de privilegios.
La lucha final contra los monopolios se libró en Londres entre 1601 y 1604, al introducirse un proyecto que abolía todo privilegio sobre el comercio exterior. Se señaló en qué medida el régimen existente favorecía a Londres, hundiendo en la miseria a los demás puertos comerciales. Se propuso que las compañías para el comercio estuviesen abiertas a cualquier persona. No obstante, desde el momento en que se dictó el Estatuto de Monopolios y hasta 1640, poco antes de la Commonwealth, el Parlamento censuró las ilegalidades cometidas contra la ley.
Puede decirse que esta lucha del Parlamento contra privilegios y monopolios concedidos por la realeza –a la vez que el rechazo del derecho de imponer arbitrariamente cárcel o impuestos-, constituyeron el motivo central del estallido revolucionario del siglo XVII (pag. 204 a 207). La burguesía y gran cantidad de municipios rurales apoyaron la causa parlamentaria, mientras que aquellos elementos alejados de una participación activa en la industria, sintieron que sus intereses iban ligados a los de la monarquía. Los intereses en lo económico iban paralelos a lo político.


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